En este primer encuentro del
formativo se hará una especie de presentación general del tema comenzando por
una serie de conceptos que son de relevancia para el abordaje de la presente
materia.
Respecto a la persona que consume
alguna sustancia psicoactiva, se pueden identificar tres formas de entenderlo a
lo largo de la historia, que son las de chaman o guerrero, luego la de transgresor (delincuente) y finalmente la de enfermo.
La connotación de los pueblos primitivos o primigenios, acerca de la persona que consume sustancias psicoactivas es la del chaman y/o la del guerrero, son usos de sustancias (por lo general son plantas que reciben poco procesamiento) que se dan en contextos rituales o de funcionalidad como es prepararse para un combate o mitigar los efectos de la fatiga, el clima y demás. Aquí se encuentra con un uso que tiene un propósito como puede ser el conocimiento, la valentía o también en adoración a un determinado dios o diosa. Incluso en las culturas precolombinas se llega ha considerar algunas plantas como sagradas o también se les llama plantas de poder o de conocimiento.
En segundo termino, la connotación de transgresor (delincuente), esta asociada a los contextos en los cuales intereses económicos, políticos o de control de la población ven como una ventaja la prohibición de determinadas sustancias mientras que a su vez se permite el uso de otras. En la historia se tiene como antecedentes, a manera de ejemplos, la primera Guerra del Opio entre China e Inglaterra (1839 - 1842), el prohibicionismo del consumo de alcohol en los Estados Unidos (1920 - 1933), la cedula reales expedidas por el rey Fernando sexto contra el consumo de chicha en Colombia (1752).
Es mas cercano en el tiempo, el termino de considerar a las personas que consumen sustancias psicoactivas como enfermas. Es en el año de 1963 que la organización mundial de la salud declara el alcoholismo como una enfermedad incurable, progresiva y mortal. Aunque varias décadas antes, en el año de 1935 se inicia el movimiento de los Alcohólicos Anónimos y desde sus inicios se considera el alcoholismo como una enfermedad de la mente, las emociones y el cuerpo. Posteriormente esta connotación de enfermedad se extiende a otras sustancias y conductas.
Definición del objeto de consumo.
Se han formulado diversas denominaciones del objeto de consumo, es de señalar que cada una de ellas proviene de cierto marco de referencia y tiene una connotación.
En el caso de la palabra droga, es un término de uso variado. En varias Convenciones de las Naciones Unidas y en la declaración sobre Reducción de la Demanda de Drogas se refiere a sustancias que son objeto de control internacional. En medicina se refiere a cualquier sustancia con capacidad para prevenir o curar enfermedades o mejorar el bienestar físico o mental.
En farmacología, el término droga se refiere a cualquier agente químico que altera los procesos fisiológicos bioquímicos de tejidos u organismos. En el uso común, el término se refiere a menudo a drogas psicoactivas y, con frecuencia, incluso más específicamente a drogas ilícitas. Sin embargo, la cafeína, el tabaco, el alcohol, y otras sustancias de frecuente uso no médico son también drogas en el sentido de que son tomadas básicamente por sus efectos psicoactivos.
Por su parte, el termino estupefaciente, son aquellas sustancias psicoactivas cuya producción o venta (no necesariamente su consumo) está prohibido por la legislación con carácter general. Una sustancia incluida en las listas de los acuerdos internacionales sobre control de drogas, sólo puede ser denominada ilegal (o ilícita) si su origen es ilícito. Si su origen es legal, entonces la droga en sí misma no es ilícita, sino sólo su producción, venta o uso en determinadas circunstancias. Las drogas que aparecen en dichas listas de acuerdos internacionales están bajo control y sólo pueden utilizarse legalmente para fines científicos.
Antes de aparecer leyes represivas, la definición generalmente admitida era la griega Phármakon es una sustancia que comprende a la vez el remedio y el veneno; no una cosa u otra, sino ambas a la vez. Como dijo Paracelso, “ sólo la dosis hace de algo un veneno” .
Llámense drogas o medicamentos,
estos compuestos pueden lesionar y matar en cantidades relativamente pequeñas.
Como a una sustancia con tales características la llamamos “ veneno” , es
propio de todas las drogas ser venenosas o tóxicas. La aspirina, por ejemplo,
puede ser mortal para los adultos a partir de tres gramos, la quinina a partir
de bastante menos y el cianuro de potasio desde una décima de gramo.
¿Cómo puede ser terapéutico un
veneno?, fundamentalmente porque los organismos sufren muy distintos trastornos
y ante ellos el uso de tóxicos en dosis no letales puede ser la única, o la
mejor, manera de provocar ciertas reacciones. Apenas hay, por eso, venenos de
los que no se hayan obtenido valiosos remedios: el curare, la atropina, el
ergot o la planta digital son casos bien conocidos de una lista interminable.
Oímos hablar de drogas buenas y
malas, drogas y medicinas, sustancias decentes e indecentes, venenos del alma y
curalotodos, fármacos delictivos y fármacos curativos. El específico efecto de
cada compuesto es ignorado, y sobre esa ignorancia recaen consideraciones
extrañas por completo a la acción de unos y otros.
Pero quizá más decisivo aún sea
tener presente siempre que si cualquier droga constituye un potencial veneno
y un potencial remedio, el hecho de ser nociva o benéfica en cada caso
determinado depende exclusivamente de: a) dosis; b) ocasión para la que se
emplea; c) pureza; d) condiciones de acceso a ese producto y pautas culturales
de uso. La cuarta de estas circunstancias es extrafarmacológica, aunque tenga
actualmente un peso comparable a las farmacológicas.
La relación entre el sujeto y el objeto de consumo.
Existen una serie de fases o de momentos que permiten darle nombre a la relación que una persona establece con alguna sustancia psicoactiva. Hay varias clasificaciones pero de estas se escoge una que plantea cuatro momentos que van desde el uso experimental hasta la adicción como tal.
Existen varios tipos de clasificaciones, aquí se tiene en cuenta la planteada por el l Ministerio de Justicia y del Derecho en Colombia. De acuerdo al efectos hay tres tipos estimulantes, depresores y alucinógenas.
Estimulantes: excitan la actividad psíquica y del sistema nervioso central, incrementan el ritmo de otros órganos y sistemas orgánicos. Aquí encontramos sustancias como la cocaína, las anfetaminas, el café, las bebidas energizantes, los medicamentos antidepresivos, entre otros.
Depresores: cualquier agente que suprime, inhibe o reduce algún aspecto de la actividad del sistema nervioso central (SNC). Las principales clases de depresores del SNC son los sedativos/hipnóticos, opiáceos y neurolépticos. Ejemplos de drogas depresoras son el alcohol, ansiolíticos, anestésicos, los opiáceos y sus sintéticos análogos. Los anticonvulsivos son incluidos a veces en el grupo de los depresores a causa de su acción inhibidora de la actividad neuronal anormal.
Dependiendo de la vía, el efecto puede ser más rápido, lo mismo que su grado de generar adicción y de riesgo. Las seis vías de administración son: oral, epidérmica, venosa, rectal, intramuscular, subcutánea- pueden ser asimiladas, y convertidas en materia para nuevas células, aunque pueden también resistir esa asimilación inmediata.
a) aquellas que como el cobre o la mayoría de los plásticos, por ejemplo, son expulsadas intactas, sin ejercer ningún efecto sobre la masa corporal o el estado de ánimo.
b) aquellas que provocan una inmensa reacción. Este segundo tipo de cosas comprende las drogas en general, que afectan de modo notable aunque absorbamos cantidades ínfimas, en comparación con las cantidades de alimentos ingeridas cada día.
Existe un gran número de modelos y teorías explicativas del consumo de sustancias psicoactivas. Se encuentran las de sentido común, médico/biológicas, aprendizaje, las psicosociales y los modelos integrativos.
La hipótesis de la automedicación: Los pacientes desarrollan trastornos por abuso de drogas, porque algunos de ellos sufren de trastornos endógenos que, directa o indirectamente, los lleva al consumo de sustancias psicoactivas como forma de auto tratamiento.
Condicionamiento clásico: Wilker (1965) observó individuos adictos a los opiáceos que en ocasiones mostraban señales de un síndrome de abstinencia meses más tarde de haberse administrado la última dosis, lo cual, le llevo a plantear un proceso de condicionamiento que denomino síndrome de abstinencia condicionada.
Condicionamiento operante: Ha explicado el hecho de que la probabilidad de ocurrencia de una conducta está determinada por sus consecuencias. Cualquier evento estimulante que incremente la probabilidad de una conducta operante se denomina estímulo reforzante o reforzador. Las SPA son un potente reforzador, tanto positivo como negativo.
Teoría del aprendizaje social (Schippers, 1991): La conducta adictiva está mediada por cogniciones, compuestas por expectativas que son creencias sobre los efectos de la conducta de consumo. Estas cogniciones están acumuladas a través de la interacción social en el curso del desarrollo, por una parte, y a través de las experiencias con los efectos farmacológicos directos e interpersonales indirectos de la conducta de consumo, por el otro.
Los determinantes principales de la conducta de consumo son los significados funcionales unidos a la conducta de consumo en combinación con la eficacia esperada de conductas alternativas. Los hábitos de consumo se desarrollan, en el sentido que cada episodio de consumo puede contribuir posteriormente a la formación del hábito por el incremento del estrés y por limitar las opciones de conductas alternativas.
El modelo social (Stanton Peele, 1985): Modelo teórico propuesto por Bandura a finales de los años setenta a partir del supuesto de que los humanos son seres cognitivos –procesadores activos de información- y que, a diferencia de otros animales, pueden pensar acerca de las relaciones entre su comportamiento y las consecuencias del mismo.
No es la sustancia o la conducta la que produce la adicción, sino el modo como la persona interpreta esa experiencia y como responde a nivel fisiológico, emocional y conductual a la misma. El modo de enfrentarse al mundo y el modo que tiene de verse a sí mismo influyen de manera clave en la experiencia adictiva. No deja de reconocer las experiencias pasadas, así como la personalidad y entorno social.
Las sustancias y las conductas que producen se convierten en “muletillas” que tiene la persona para afrontar su vida ante diversas situaciones. Nuestra cultura favorece las adicciones al tener como valores centrales el logro y el éxito individual. Al ser difícil conseguirlo, el refugiarse en la adicción es un modo de ver la vida del lado opuesto.
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